lunes, 4 de febrero de 2013

Iceland II



(Puedes ver la primera primera parte de este viaje pinchado AQUÍ)



Día 8. EGILSSTAĐIR – MÝRAR (26.08.11)
Una de las ventajas de alojarse en una granja es el silencio, lo bien que se descansa. En cambio, en una guesthouse todo ese relax desaparece. La gente se levanta temprano y hace ruido sin piedad. Hay que levantarse, esperar turno para la ducha y desayunar. Aunque habíamos pensado quedarnos una noche más aquí, el mal tiempo nos hace cambiar de opinión.
Hacemos la reserva para esta noche en otro alojamiento y empezamos la ruta. Llueve, hace frío, mucho viento y la pista está llena de curvas, así que no podemos ir lo deprisa que nos gustaría.
Bajamos por el valle de Suðurdalur con unas vistas impresionantes de los picos de aguja del monte East Horn y pequeñas cascadas por todas partes.
Acabamos en el fiordo Barufjördur, cerca de un pueblo llamado Djúpivogur, donde nos paramos a tomar el ángelus y a hacer unas fotos al pequeño faro.
 

El camino de acceso al muelle está flanqueada por gigantescos huevos de piedra tallados y pulidos. La carretera va bordeando el fiordo, con el mar a nuestra izquierda y altísimas laderas que se deshacen a nuestra derecha.
En esta zona, llamada Djúpavoghreppur, hay unos increíbles contrastes de color entre el azul del mar y las oscuras laderas.

El tiempo ha mejorado espectacularmente dejando que brille el sol y subiendo la temperatura hasta los 15ºC. Estamos ya llegando a la costa de Islandia y el paisaje ha cambiado radicalmente: ahora se ven más ríos y llanuras que contrastan con las altas paredes de fino material volcánico.
 
Hay una playa de cantos rodados negros y pasamos un buen rato disfrutando del ambiente tan agradable.
Vamos a comer a Höfn, una pizza riquísima y una ración de patatas fritas (con esos polvitos tan ricos que le ponen). Paramos también en una gasolinera a limpiar un poco el coche, porque con todo el barro de las pistas de esta mañana, ya no se nota que es blanco.
Continuamos hasta encontrar el alojamiento donde pasaremos la noche: Brunnhóll, una hermosa granja con vistas una de las lenguas glaciares del Vatnajökull desde la ventana de la habitación.
Tras dejar las cosas, ver que en la granja hacen helados artesanos y descansar un ratito, decidimos acercarnos a Jökulsárlón, el lago glaciar, para pasar la tarde disfrutando y haciendo fotos.

Son las seis y media de la tarde y aún nos quedan bastantes horas de luz que nos permitirán disfrutar de una tarde inolvidable.
Nos quedamos mudos cuando, después de media hora por la carretera, empezamos a ver los icebergs en el lago. Completamente emocionados, cruzamos el puente metálico con la certeza de que este es uno de los lugares más bellos del mundo. Una cantidad incontable de icebergs de colores (desde el blanco puro al azul hielo con vetas negras de ceniza sedimentada) flotan en la laguna que desagua en el mar.
Vamos hasta la orilla izquierda para tomar las primeras fotos. Hay focas nadando por todas partes y pequeñas gaviotas posadas en las partes más altas de los icebergs.

Bajamos después a la playa, pues los bloques de hielo flotan en dirección al mar y muchos se están quedando varados en la playa mientras baja la marea.
Es sobrecogedor pasear entre estos pequeños icebergs (son realmente pequeños comparados con los que están en la laguna) y ver como muchos otros salen a mar abierto a una velocidad inesperada.
Nos lo pasamos pipa haciéndonos fotos saltando entre los pedazos de hielo. La verdad es que todo el mundo está como loco en la playa, comiendo incluso trocitos de iceberg. 


Está empezando a atardecer, así que nos vamos a la orilla derecha del lago. No hay demasiada gente, con lo que tenemos la oportunidad de hacer docenas de fotos desde todos los ángulos habidos y por haber.
   

Cuando el sol se esconde tras el glaciar, la gente se va y nos quedamos prácticamente solos… porque nosotros sabemos que lo mejor está aún por venir. Hay que tener paciencia. Un ratito después… el cielo se vuelve rosa. Este lugar es absolutamente indescriptible.

El puntazo del día es para la “islandic killer sheep” que se nos apareció en mitad de un recta, de vuelta a la granja. Apareció de la nada, como disecada, y lo único que pude decir fue “¡OVEJA!”. Miguel intenta frenar, pero a 100 km/h el coche recorre tantos metros que esquivamos a la oveja a tal velocidad que la muy islandesa ni se inmuta. Nos quedamos con la duda de si la oveja era real o de cartón-piedra. Nos cruzamos con el coche de un lugareño al que damos las largas y los warning para prevenirle, pero el tipo se queda extrañado. Miramos por el retrovisor a ver si la oveja sale disparada por los aires, pero el islandés se marca una súper frenada a la altura de la oveja.




Kilómetros recorridos: 344 km
Alojamiento: Brunnhóll Fram Holidays, Mýrar.
                                   www.brunnholl.is   






Día 9. MÝRAR – MÝRAR (27.08.11)
Brilla el sol que da gusto. Hemos dormido bien pero, como amanece tan temprano, a las 7:30 ya estábamos despiertos. Hay tornitas para desayunar, pero están frías y no hay sirope ni nada.
La primera parada del día es Jökulsárlón otra vez. Aunque ayer tomamos muchísimas fotos, la luz es completamente diferente y los bloques de hielo han cambiado de sitio.
De hecho, mientras estamos en la orilla del lago, se oye un extraño ruido… y un enorme iceberg emerge del fondo del lago ante nuestros ojos. Tiene unas dimensiones descomunales y es completamente azul debido al agua que hay dentro del hielo.

Este lago es un lugar muy especial, no sólo por los más de 200 metros que tiene de profundidad, sino porque, al estar en contacto con el mar a través de su desembocadura, el agua salada se mezcla con la dulce, haciendo que los iceberg se deshagan, cambien de posición e incluso salgan a flote después de haberse hundido.
 
Justo donde hemos aparcado, hay también dos Patrol preparadísimos de una empresa llamada NatureExplorer.is que llevan gente de una expedición fotográfica. Miguel se entretiene haciendo fotos a los coches, mientras yo disfruto del paisaje.
No hay hielo en la playa, pues la marea se ha llevado los pedazos que vimos ayer. Además vemos que la mayoría de los bloques están atascados de la desembocadura del lago. 

De hecho, hay varios tipos subidos en zodiacs yendo como locos de un lado a otro e incluso subiéndose con las lanchas encima de los icebergs.

Decidimos coger una pista que hay en la orilla izquierda del lago para ir lo más cerca que podamos del glaciar. Es impresionante cómo toda esa masa de hielo blanco va cayendo en bloques al agua, haciendo un sonido completamente indescriptible.
 

Los icebergs que hay en esta zona son mucho más grandes que los que flotan en la parte más turística del lago. El glaciar que termina en el agua es absolutamente increíble.

 
No muy lejos de Jökulsárlón, se encuentra Breiðarlón, otro lago glaciar menos conocido y visitado. Allí están los de los Patrol otra vez, con su grupo de fotógrafos. Hablamos un rato con ellos, bromeamos sobre el coste que tiene estar en aquel su “sitio privado” pues se extrañan de que hayamos llegado solos hasta este punto nada conocido, pero es que nuestra cartografía es muy buena.

Los chicos de NatureExplorer.is nos informan de que esta noche habrá fuegos artificiales en Jökulsárlón (por eso estaban los de las zodiacs intentando apilar icebergs). Se hacen sólo una vez al año para recaudar fondos para ayudar en el mantenimiento de los parques naturales. Tenemos que quedarnos a verlos, no podemos dejar pasar la oportunidad. Así que cambiamos los planes para quedarnos otra noche en Brunnhóll.

El tiempo empieza a cambiar, se nubla y parece que va a llover. Como la ruta que tenemos para hoy, queda pospuesta para mañana, tenemos que improvisar, así que vamos al centro de visitantes de Svartifoss a ver un poco nuestras opciones.
Allí volvemos a encontrarnos con los de los Patrol, que nos indican la hora a la que empiezan los fuegos y por donde hay que entrar para asistir.
El cielo está cada vez más negro, así que no nos arriesgamos a hacer el trekking hasta la cascada, tendrá que esperar a mañana. Volvemos hacia la granja y, de camino, tomamos una pista que va hasta Ingólfshöfði, un peñón donde anidan los puffins en verano.
Por desgracia no se puede llegar, pero por el camino nos cruzamos con un matrimonio de españoles y su hija, miembros del Club Madrileño de Alpinismo, que han estado 6 semana haciendo 200 kilómetros de trekking por Islandia.
El mal tiempo en Islandia tiene siempre cosas bonitas y, en este país, están más que acostumbrados a que pares en medio de la carretera para disfrutarlas. Jamás habíamos visto un arcoíris de colores tan intensos, que no sólo es completo sino que, en algunos momentos, llega a ser doble.
    
Volvemos a la granja y nos abrigamos para la excursión nocturna a la laguna glaciar pero, antes de ir, paramos a cenar en Höfn.
Llegamos al lago a las 22:00 horas. Pagamos 1.000 isk por persona en concepto de donación y aparcamos. Se nota que es uno de los eventos más importantes del año, porque la fila de coches en la carretera es interminable… como si hubiera venido toda la isla a ver esto. Los lugareños están de fiesta y no tienen muchos miramientos a la hora de pasar por delante de la cámara aunque vean claramente que estás haciendo fotos.

Después de probar en un par de sitios, nos situamos en una ladera desde donde se ven los icebergs cercanos iluminados con antorchas en mitad de la negra inmensidad.
Pasadas las 23:00 horas, comienza el espectáculo. Aunque los islandeses no tienen la maestría que tienen los pirotécnicos valencianos, impresiona mucho ver los cascotes de hielo flotando en el lago, iluminados desde el cielo por fuegos de colores. Hay que tener en cuenta, que la organización tiene que ir a oscuras en zodiac de iceberg en iceberg, encendiendo las mechas.

A mitad del show, el puente se ilumina con una tira de bengalas gigantes y puede verse la silueta de los cientos de personas que se han congregado esta noche allí. Algunas explosiones generan un ruido tan fuerte que, segundos después, se oye claramente cómo se desprenden pedazos de lengua glaciar y caen al agua. Como todo el mundo va forradísimo de ropa, porque hace un frío que te mueres, no se puede aplaudir con guantes, así que los islandeses tienen la costumbre de aullar en vez de dar palmas.

Cuando todo termina, tardamos un poco en poder coger la carretera de la cantidad de coches que hay. El cielo se despeja un momento y, por primera vez, podemos ver la Vía Láctea en todo su esplendor como nunca antes la habíamos visto, pero hace demasiado frío y los coches pasan demasiado rápido como para pararse a fotografiarla.
El puntazo del día es para el camino “puerto de la muerte” que hemos cogido por la mañana intentando subir a un glaciar. A falta de 5 kilómetros nos damos la vuelta porque la niebla que estaba bajando, hacía aún más peligrosa la pista que ya tenía una pendiente y unas curvas considerables. No es que seamos unos caguetas, es que la situación se estaba poniendo realmente seria. Por la tarde, cuando nos encontramos a los alpinistas madrileños, les comentamos nuestra excursión fallida y nos comentan ellos han subido, que teníamos que haber seguido hasta el final, pues arriba del todo hay una especie de bar con un chico que te “monta actividades” en moto nieve a buen precio.

El otro puntazo del día es para mi cámara de fotos que, aunque ha decidido salir volando de la mochila cuando hemos llegado a la granja, ha sobrevivido. Sólo se ha roto el display que hay junto al botón de encendido. Afortunadamente, sigue haciendo fotos y puedo ver toda la información que necesito en la pantalla LCD. Además, el seguro se encargará de arreglarla.



Kilómetros recorridos: 430 km
Alojamiento: Brunnhóll Fram Holidays, Mýrar.
                                   www.brunnholl.is   



 

Día 10. MÝRAR – KIRKJUBÆJARKLAUSTUR (28.08.11)
Nos despertamos a la hora estándar, desayunamos, recogemos las cosas y comenzamos la ruta del día.
Hacemos la primera parada en Jökulsárlón para despedirnos y ver si han llegado a la parte sur del lago los trozos que se desprendieron anoche del glaciar, debido al sonido y la vibración de las explosiones. Aún están un poco lejos, aquí todo está en constante cambio.
 
Miguel quiere que vayamos a ver un glaciar de cerca, así que busco una pista que lleve a alguna de las lenguas del Vatnajökull y por fin encuentro una, de apenas 2 kilómetros, que lleva hasta el  Svínafellsjökull.
Da un poco de yuyu ver los carteles que advierten del peligro, las recomendaciones (que hablan incluso de arenas movedizas) y las placas en memoria de las personas que han muerto o desaparecido allí.
La lengua del glaciar termina en una pequeña laguna de agua oscura, debido a los sedimentos que el hielo arrastra y a la poca profundidad.

Hay un sendero de aproximación al glaciar por donde intuimos que han subido los tres grupos de excursionistas que están haciendo “ice walking”. Lo cierto es que, aunque vayan con guía, el riesgo que están corriendo es altísimo.

Hacemos unas cuantas fotos y nos acercamos hasta donde consideramos que es seguro. Llega una pareja de franceses que, haciendo caso omiso a todas las advertencias, se adentra en el glaciar sin la más mínima equipación. Allá cada uno.



Nos marchamos a Svartifoss, cascada a la que se accede desde el Centro de Visitantes del glaciar Vatnajökull.
Hace buen tiempo, incluso calor, así que hacemos el trekking de hora y media hasta la cascada, a buen paso, como muchos otros turistas, incluido un grupo enorme de japoneses que va arrasándolo todo. Como en todas partes, siempre hay gente que tiene que ir dando la nota y a la que le importa muy poco el entorno que le rodea.

La cascada es increíble. Aunque no lleva mucho agua, su situación encajada en un pequeño cañón y las formaciones basálticas hacen que este salto de agua sea excepcional. Si se tiene un poco de paciencia, al final se consigue una bonita foto sin gente por medio.
   
En el camino de vuelta, paramos en una preciosa pradera con vistas al Vatnajökull para hacernos nuestras fotos saltando y para disfrutar un rato del paisaje y el buen tiempo. Da gusto poder estar en manga corta tomando un poco el sol, con el mayor glaciar de Europa a la espalda.
  

Aunque hemos tomado el “ángelus” en Svartifoss, cuando volvemos al parking estamos hambrientos. Decidimos ir hasta Kirkjubæjarklaustur, donde pasaremos la noche, y comer allí. Por el camino, la Ring Road cruza unas llanuras llamadas Skeiðarársandur. Se trata del sandur más grande del mundo que se extiende desde los glaciares hasta la costa; una zona formada por finos sedimentos fluviales que provienen de los glaciares.
Es impresionante como la arena más fina y ceniza volcánica se levantan por la acción viento creando una especie de tormenta que lo envuelve todo e incluso tapa la carretera. No es nada fácil de fotografiar, pero lo intentamos un rato, pues la arena corre sobre el asfalto como si fuera el agua de un río.
   

Comemos lo habitual (¡esta gente no conoce el pollo!) y de postre tomamos unos deliciosos helados del país bañados en chocolate.
Nos acercamos al alojamiento, que está a 1 kilómetro, y resulta ser un conjunto de estupendas cabañas realmente bien cuidadas y equipadas. Aunque el tiempo está cambiando y el cielo comienza a cubrirse, nos acercamos al centro de visitantes para informarnos bien y hacemos un par de excursiones.
 
Primero visitamos una cascada cercana, Stjórnarfoss. Aunque no es muy grande, es bonita pues está encajonada entre paredes de roca cubiertas de musgo y crea un pequeño remanso de agua en su caída de un espectacular color turquesa.
La segunda parada, en las inmediaciones del alojamiento, es un inmenso cañón de rocas por el que discurre un el río Fjadra. Lo interesante del lugar, llamado Fjadrargljufur, no es sólo la altura de las paredes, sino que se puede recorrer el interior del cañón y también verse desde arriba.
   

Se está haciendo tarde, empieza a hacer frío y, aunque el sitio realmente merece la pena, no nos queda más remedio que volvernos a la granja.
El alojamiento está en medio de un campo de lava, llamado Eldhraun, que se extiende desde Lakagigar (una línea de cráteres de 25 kilómetros de largo) en el interior, hasta casi llegar a la costa. Esta enorme extensión de lava, se creó durante una erupción en 1783, considerada una de las mayores y más venenosas erupciones en la Tierra. Actualmente toda la zona está cubierta de musgo Wooly Fringe, creando un espectáculo visual inimaginable.


El puntazo del día es para uno de los carteles de tráfico de Islandia. Siempre que comienza lo que ellos consideran una pista (y no una “gravel road”) suele haber uno de estos carteles indicando, entre otras cosas, que la conducción fuera de pista está prohibida ya que el terreno de la isla es muy delicado y  se necesitan décadas para que crezcan las plantas en él. Advierte además que, en el caso de los coches de alquiler, sólo los 4x4 tienen autorización para transitar por estas pistas; está completamente prohibido al resto de vehículos pues hay zonas peligrosas.
 
El plan para mañana es ir al cráter del volcán Laki, pero nos llevará todo el día. Por eso decidimos reservar una noche más en las cabañas y tomarnos el resto de tarde con calma. Picamos algo para cenar, editamos algunos vídeos e intentamos colgarlos en internet, pero nos cortan la conexión cuando se van a dormir.

Kilómetros recorridos: 217 km
Alojamiento: Hunkubakkar (cottages farm holidays), Kirkjubæklaustur
                                   +354 487 4681 / +354 865 2652
                                   www.hunkubakkar.is  /   hunkubakkar@simnet.is 


 

Día 11. KIRKJUBÆJARKLAUSTUR (LAKAGIGAR) (29.08.11)


Después de un sueño reparador, una reconfortante ducha y un estupendo desayuno (zumo de naranja, panecillos calientes con queso fundido y mermelada casera de grosellas), echamos gasolina en el pueblo y nos ponemos rumbo al cráter del volcán Laki.
La pista F228 es, efectivamente, apta sólo para 4x4 y, además del cartel al principio del camino, encontramos varios más, cada cual más curioso.
 
Nuestra primera parada del día es Fagrifoss, una cascada que cae a un cañón y que se ve desde arriba. Parece que las paredes estén a punto de desprenderse y, aunque hay un cordón para no acercarse al precipicio (cosa bastante inusual en Islandia, pues allí todo está en plan salvaje) hay madres temerarias que no sólo vas hasta el límite, sino que asoman a sus hijos a la caída de más de veinte metros.
El paisaje es impresionante y eso que prácticamente acabamos de empezar la ruta. Se ve el cañón que se pierde en la distancia y se intuye que, después del inmenso campo de lava, esperan los cráteres.
Aunque no brilla el sol, al menos tampoco llueve. Hay nubes y eso le da un aspecto aún más dramático al paisaje, que se compone de arena negra, formaciones rocosas y hierba de un color verde tan llamativo que casi hace daño a la vista.
  
Poco después de esta parada, hacemos el primer vadeo. Primero pasan un par de coches que cruzan el río a toda pastilla, luego pasamos nosotros con la calma que requiere la operación (sobre todo cuando vas en un coche alquilado) y, ya desde el otro lado del río, vemos que viene un autobús 4x4 que pasa como si tal cosa.
La pista es lenta, con bastantes piedras, baches y cuestas, pero merece la pena no sólo por lo que nos espera al final, sino por la ruta y la experiencia en sí mima. Y, como llegar a Laki y volver hace necesario dedicarle un día entero, no hay demasiada gente, por no decir que casi nadie.
  
Empezamos a bordear Eldhraun, el campo de lava que se extiende desde Lakagigar, sin salirnos del camino negro de ceniza. Los vadeos cada vez dan más yuyu y hay incluso algún momento en que el camino ha sido invadido por el cauce del río y hay que ir remontándolo.
Paramos donde se puede, pues no se debe abandonar el camino con el coche, y exploramos los alrededores. Todo lo que se extiende ante nosotros es una hermosa alfombra de musgo verde y blandito que crece sobre la lava. Sólo se ven islitas de ceniza negra.

Después de mucho traqueteo, llegamos a los pies del cráter del volcán Laki. Aparcamos el coche en la zona indicada y nos disponemos a subir la escarpada ladera más abrigados que si fuéramos al K2. Las vistas desde arriba bien merecen el esfuerzo: toda una hilera de cráteres, cada vez más pequeños, se suceden a nuestros pies perdiéndose en el horizonte.

Es imposible recorrer a pie los 25 kilómetros de cráteres de la fisura que comienzan en Laki, eso lo tenemos claro cuando, desde arriba, vemos los pequeños senderos que rodean los cráteres cercanos y las diminutas figuras que caminan por ellos. También se ve perfectamente el gran campo de lava y es fácil imaginar la destrucción que supuso la erupción.


Cogemos de nuevo el coche y vamos hasta el cráter del Tjarnargígur, hacemos un pequeño trekking por un sendero de ceniza y descubrimos que está lleno de agua. Las paredes del cráter, el suelo y todo lo que hay alrededor está cubierto de musgo y ahora entendemos perfectamente lo frágil que es, lo fácil que es dañarlo. Paseamos entre la lava, admirando el entorno surrealista que nos rodea, sabiendo que en ninguna otra parte se puede encontrar un sitio así.
 
Poco después paramos a hacer un picnic ligero. Los kilómetros pasan lentos, porque estamos un poco cansados.
 
Tras más de ocho horas de excursión y de pegar botes por el campo, estamos agotados y vamos a la cabaña a descansar. Descargamos las fotos, colgamos unos vídeo y vemos que Toi Vido, un fotógrafo islandés al que seguimos desde hace tiempo, ha colgado unas fotos de puffins (que ya pensábamos que habrían emigrado) y gracias a esto averiguamos que están en Vestmannayjar y que hay un ferry para ir hasta allí. En principio planeamos ir dentro de un par de días.
Cenamos en Systrakaffi: pollo marinado a la parrilla, verduritas, patata asada y pan de ajo. Todo increíblemente sabroso. Cerveza Viking, con muchas burbujas y servida sin espuma en un vaso a rebosar.
 
El puntazo del día es para los carteles que hay justo antes de los vadeos. Consideramos que son bastante explícitos y adecuados: “Cruzar requiere precaución. ¿Dónde está el cruce? Los ríos cambian. Las rodadas no cuentan toda la historia. ¿Está su motor impermeabilizado? ¿Hay alguien mirando mientras cruzas? Prueba el cruce por ti mismo. Usa una línea segura. Viste ropa de abrigo de colores llamativos.”


Kilómetros recorridos: 143 km
Alojamiento: Hunkubakkar (cottages farm holidays), Kirkjubæklaustur
                                   +354 487 4681 / +354 865 2652
                                   www.hunkubakkar.is  /   hunkubakkar@simnet.is 



 

Día 12. KIRKJUBÆJARKLAUSTUR – HELLISHÓLAR (30.08.11)
Hoy hay una niebla impenetrable… y pronto asumimos que no podremos disfrutar igual del paisaje. La ruta que hemos planeado para hoy no es muy larga, así que nos lo tomamos con calma.
Después de desayunar, cogemos la Ring Road y seguimos nos disponemos a atravesar el Eldhraun. Paramos en un “área de descanso” = mesa de picnic en mitad de la nada, y resulta ser un impactante campo de hitos llamado Laufskálavarða. Es una cresta de lava, cubierta de musgo verde limón, entre los ríos Hólmsá y Skálmá donde todos los viajeros que cruzaban el desierto de Mýrdalssandur por primera vez, construían un hito con rocas volcánicas para que les trajera suerte en el viaje. A juzgar por la cantidad de hitos que hay, por aquí ha pasado muchísima gente.
 
Llevamos unos cuantos kilómetros buscando Kirkjugolf, también llamado Chruch Floor, una formación de basalto que parecen celdas hexagonales en el suelo. Pero no lo encontramos porque debo haberlo marcado mal en el mapa, no vienen en el plano que nos dieron en el centro de visitantes de Kirkjubæklaustur y la señora olvidó decirnos que estaba allí mismo.
 
Continuando con nuestra ruta, llegamos a Reynishverfi para ver las formaciones de basalto que se formaron al pie del acantilado. Hay una cueva en la misma roca, todo de un tamaño descomunal e impresionante… aunque parece un poco peligroso y así lo dicen los careles de información de la zona, aunque la mayoría de la gente no respeta las indicaciones de precaución.
La arena de la playa es completamente negra, lo que hace que la espuma de las olas parezca aún más blanca. Con la niebla que hay, las rocas de la costa tienen un aspecto fantasmagórico.



Hay una fuerte resaca, pues estamos en una zona de fuertes corrientes y, como se indica en las advertencias, las olas son imprevisibles y peligrosas en esta zona y la marea sube muy deprisa.

Hay una docena de personas, con sus trípodes y cámaras, haciendo fotos a las rocas. Miro al acantilado, pues hay muchos pájaros volando por la zona. Parecen gaviotas… pero, al fijarme bien, me doy cuenta de que estas aves son rechonchas, blancas y negras, con las patas y el pico naranjas. ¡Puffins! Casi no puedo creerlo. ¡Puffins!
Están bastante alto, se lanzan al vació como misiles y es complicados sacarles una buena foto, aun con el teleobjetivo. Intentamos pillarles en vuelo, pero con esta luz es casi imposible enfocar.


La marea está subiendo y pronto no se podrá estar en la playa, así que nos vamos a Dyrhólaey, que está a sólo 5 minutos en coche.
 
Sigue habiendo mucha niebla y casi no se ven las rocas, pero ya desde el coche intuimos que en este lugar hay un tesoro. ¡Más puffins! Y esta vez están muy cerca porque hay un caminito que sube por el acantilado donde están. Puffins en primer plano. Son realmente cómicos.

 
Pasamos un buen rato haciendo fotos a los pájaros y al paisaje, que es impresionante. Hay una especie de río, una corriente, que rodea un lengua de arena negra que se ha creado en la playa y que puede verse desde el acantilado.
Durante el “ángelus” nos tomamos unos refrescos y un riquísimo pan de ajo recién hecho que hemos comprado en un supermercado. El problema es que ahora necesitamos con urgencia ir al baño, pero en esta zona son de pago. O_o
 
Seguimos con la ruta y la siguiente parada es Skógafoss. Es una auténtica lástima que haga tan mal tiempo, pues ya no es sólo la niebla sino la lluvia y el frío lo que impide disfrutar de este monumento de la naturaleza.
Al pie de la cascada, en la cantina, hay unos cuantos aventurados que toman café caliente mientras esperan a ver si escampa para poder hacer el trekking que va paralelo al río y que permite ver los 20 saltos de agua previos a la cascada.
Nosotros hacemos un par de fotos y continuamos con nuestro camino.
No habíamos visto ningún centro de visitantes en esta zona pero de pronto, a un lado de la carretera, encontramos una casita de madera con una enorme fotografía de la erupción del Eyjafjallajökull. Allá que vamos. Hay un perro tumbado en la puerta que no tiene ninguna intención de moverse y tenemos que saltar por encima. Aunque le hacemos varias preguntas a la señora de la casita, lo único que ella responde es “Wanna watch the film?” repetidas veces. El “film” es un documental sobre la erupción del volcán y cuesta 800 isk. por persona. Sin comentarios. Eso sí, vamos al baño.

Ya que el tiempo no mejora, nos vamos al alojamiento. Hemos reservado una cabaña en Hellishólar. Al llegar, descubrimos que el desayuno no está incluido y las sábanas hay que pagarlas, cosa de la que no informan en la web ni por teléfono. Hay que pagar la cabaña antes de verla, y una vez allí descubrimos que está bastante sucia y además parece que han estado jugando a tetris con las camas y los muebles. Nos quedamos con lo bueno: hay lavadora-secadora y hot tub en el camping.
Dejamos las cosas, ponemos una lavadora de ropa sucia (previo pago del jabón en recepción) y nos metemos en el hot tub. El agua no está muy limpia ni funcionan los chorros, pero el efecto de los 39º C nos deja súper relajados.
No calculamos muy bien cuánto tiempo hay que dejar la ropa en la secadora, así que tenemos que hacer dos o tres viajes hasta que por fin está todo seco. Planeamos la ruta del día siguiente y nos vamos a dormir.
El puntazo del día es para la carretera, o mejor dicho: el trozo de carretera que hemos visto esta mañana que había sido arrasado durante la erupción del Eyjafjallajökull. Había unos cuantos obreros retirando los restos de los pretiles pues, al parecer, las riadas provocadas por el deshielo del glaciar se llevaron casi todo lo demás.


Kilómetros recorridos: 123 km.
Alojamiento: Hellishólar (cottages farm holidays), Hvollsvöllur
                                   +354 487 8360 / +354 898 2735
                                   www.hellisholar.is  /   hellisholar@hellisholar.is 



Día 13. HELLISHÓLAR – HEIMALAND (31.08.11)
A pesar de lo asquerosa que estaba la cabaña, hemos dormido como troncos debido al cansancio. Desayunamos y empapelamos el chiringuito lleno de post-it señalando todas las cosas que deberían limpiar, reponer, tirar. Probablemente nunca lo verán, porque es casi seguro que no entran nunca a limpiar… así que se lo encontrarán los próximos que alquilen la cabaña ¡y fliparán!
Comenzamos la ruta por una pista no muy buena y con tres vadeos. El tiempo no es muy bueno, chispea, hay niebla y en algunos sitios llueve. La primera parada es Þjófafoss, una cascada impresionante con el agua casi verde. Todo el lecho del río está lleno de musgo.

Después tomamos otra pista que lleva hasta Háifoss, una cascada altísima (en realidad son dos) que cae a un profundo cañón, cerca de la central hidroeléctrica de Búrfellsstöð. El cielo nos da un respiro y pasamos un buen rato haciendo fotos.
 

El río Thjórsá sólo se puede cruzar por dos sitios, así que tenemos que dar bastante vuelta para llegar a nuestro destino de hoy. Hacemos la siguiente parada en otra cascada, Hjálparfoss.
Se trata de un salto de agua doble situado en el campo de lava al norte del volcán Hekla. No es muy grande, pero todas las formaciones de columnas basálticas y las grandes rocas volcánicas que la rodean la hacen muy especial.
Después de comer llegamos a Gullfoss. Llueve con ganas, así que nos chubasquerizamos (nos ponemos unos cubre pantalones impermeables y nos envolvemos pertinentemente en los abrigos) y salimos a ver la cascada.
 
En el camino de bajada, aprovechamos y visitamos las hot springs de Geysir, donde estaba el géiser original que dio nombre a todos los demás. Aunque este géiser ya está extinto, hay otro que brota cada pocos minutos y que, aunque no alcanza la altura del primero, a nosotros nos parece alucinante.
 

El tiempo empeora, así que cogemos la carretera #26 para llegar a la granja donde pasaremos la noche. Heimaland es una casa preciosa, con habitaciones limpias y espaciosas y wifi gratis. Miramos la previsión de tiempo… y no va a mejorar en los próximos días. Decidimos que, en estas condiciones, no podemos ir a Landmannalaugar.

Kilómetros recorridos: 332 km.
Alojamiento: Heimaland (farm holidays), Landsveit
                                   +354 487 5787
                                   www.heimaland.is  /   heimaland@heimaland.is 




Día 14. HEIMALAND – STEINDÓRSSTAĐIR (01.09.11)
Llevamos tantos días comiendo hamburguesas y cosas parecidas que ya hemos empezado a soñar con verduritas y platos de pasta. El desayuno en la granja ha sido un poco extraño, porque estábamos en la gran cocina de la familia mientras el granjero y su hija charlaban en islandés a nuestro lado.
Cuando nos despedimos de la familia, el hombre nos estrecha la mano y casi nos parte en dos. Se confirma nuestra teoría de que es artista, escultor. No sólo porque tiene toda la casa llena de pinturas y tallas preciosas, sino porque en el jardín hay una enorme figura metálica.
  
Ayer nos dimos cuenta de que el cubre cárter se está soltando, así que compramos un par de bridas en la gasolinera… como no sabemos decir brida en inglés, Miguel les enseña una imagen en el iPod y todo solucionado.
Subimos a Gullfoss a descambiar una camiseta que compramos ayer y nos llevamos también un puffin de peluche para el coche. Tenemos una pequeña discusión con la empleada de la tienda, que no nos hace el tax free adecuadamente… pero lo compensa equivocándose y cobrándonos de menos. En el parking hay todo tipo de vehículos 4x4, a cada cual más impresionante.



Nos acercamos a la cascada, pues hace mejor tiempo que el día anterior, y aprovechamos para sacar más fotos. Hay un camino que va hasta el borde de la catarata... realmente da miedo.

Y, como Geysir está en el camino de bajada, también hacemos una paradita. Es impresionante cuando el agua sale despedida hacia el cielo a toda presión, tanto desde lejos como desde cerca.

  
De camino a nuestro destino de hoy, pasamos junto al cráter Kenio. No es muy grande, pero el color de la tierra, la vegetación y el agua que inunda el volcán lo convierten en un lugar especial. Hacemos unas fotos rápidas, pues el cielo está empezando a cubrirse y hace bastante viento.
Pasamos junto al lago Þingvallavatn. Toda la lava que rodea el lago está cubierta de musgo, pequeñas plantas y flores, dándole a la zona un aspecto increíble y surrealista… ¿Cómo no vimos esto la primera vez que estuvimos aquí? En cuanto encontramos una pista que sale de la Ring Road, paramos.
Es casi la hora de comer, pero por aquí no hay ningún sitio… así que nos va a tocar hacernos un sándwich y comérnoslo mientras visitamos los rápidos de Barnafoss y una cascada formada por muchos manantiales que brotan por la lava solidificada, Hraunfossar.

Nuestra siguiente parada son las hot springs de Deildartunguhver, conocidas por ser las más largas del mundo. Es alucinante ver cómo el agua sale hirviendo a borbotones por todas partes. 
 
El puntazo del día es para el carrito de los tomates a 200 kr. la bolsa que hay junto a las hot springs. El carrito está allí plantado, sin vigilancia alguna, con una hucha-buzón para depositar el dinero y lleno de tomates que se cultivan en los invernaderos que se calientan con agua termal. Una pasada.
Aunque son sólo las 18:00 horas, paramos a “cenar pronto” en un grill de carretera y después buscamos la casita donde pasaremos la noche. Steindórsstaðir está en la carretera #517, es una casa de invitados totalmente nueva, enorme, muy limpia y con un hot pot maravilloso a 40º C donde pasamos el resto de la tarde. Nos merecemos un poco de relax.


Kilómetros recorridos: 407 km.
Alojamiento: Steindórsstaðir Guest House, Steindórsstaðir - Borgarnes
                                   +354 435 1227
                                   www.steindorsstadir.is  /   steinda@emax.is 




Día 15. STEINDÓRSSTAĐIR – KEFLAVÍK (02.09.11)
Batiendo récords. Hemos dormido hasta que nuestros cuerpos no han podido más. Desayunamos y las 9:30 ya estamos en marcha. Ponemos rumbo al Parque Nacional de Þingvellir, a ver si encontramos la cascada de Öxarafoss que no vimos la otra vez.
Aunque es un salto de agua bonito, después de ver tantas increíbles cataratas, esta nos sabe a poco. Por el camino de madera que va por una de las grietas de la dorsal, encontramos varias orugas que ponemos a salvo en la hierba para que nadie las pise.

Bordeamos el lago Þingvallavatn por una pista, disfrutando del paisaje completamente distinto a el resto de Islandia, no sólo por los cráteres del lago o por las formaciones rocosas, sino por la vegetación.
Este lugar es tan hermoso que, aunque hayamos estado antes, volvemos a quedar maravillados ante el espectáculo que la naturaleza nos ofrece: una dorsal oceánica emergida, que se separa cada vez más y por la que incluso se puede pasear.
 

Vamos a Hveragerði, un pequeño y bonito pueblo donde visitamos el Parque geotérmico, una hot spring que está casi agotada porque fue la primera en ser explotada para beneficio humano.
Hay una especie de centro de visitantes, con carteles explicativos sobre el uso que se le da a las zonas geotermales y el funcionamiento de los invernaderos, incluso tienen algunas tomateras enormes que crecen allí mismo.
Aprovechamos para comer y por fin averiguamos de que está hecha esta salsa que tanto les gusta y que le ponen a todo: no es otra cosa que una mezcla de kétchup, mostaza y mahonesa.



Tenemos toda la tarde por delante, así que cogemos de nuevo la carretera para ir a la Península de Reykjanes.
De nuevo por pista, cruzamos el campo de lava de Heiðinhá que se extiende a los pies del Bláfjoll o “montañas de sulfuro” y cerca del lago Kleifarvtan, donde encontramos las hot springs de Seltún o Krísuvík.
Es impresionante no sólo por el tamaño, pues se extiende por toda la colina con varias fumarolas, sino porque está en medio de la nada, lejos de todo lo humano.

Damos una vuelta y continuamos hacia la costa. Pasado Grindavík hay otra hot spring, con central de aprovechamiento incluida. La zona en si es impresionante, por todas partes la tierra humea.

 
Justo al lado está el faro de Reykjanestá, el más antiguo de Islandia. El cielo se está poniendo dramático, pero parece que la tormenta aún está lejos… así que disfrutamos de la zona sin prisas.
 
En este lugar, el mar se estrella contra las rocas creando formas y paisajes increíbles. Nos quedamos allí un rato, viendo como rompen las olas.
Cerca se encuentra el puente entre dos continentes que, aunque sonaba muy prometedor, resultar ser un poco decepcionante. Hacemos una visita breve y nos vamos al alojamiento de esta noche, pues tenemos el estómago un poco  revuelto por tanto olor a huevo cocido.
Vamos a pasar nuestras dos últimas noches en el bed & breakfast de Keflavík y esta vez nos dan una habitación enorme con dos grandes camas, mecedora, sofá y mesita.

El puntazo del día es para los huevos que vendían en el parque geotérmico de Hveragerði. Al módico precio de 100 kr. el huevo, podías llevártelo recién cocido tras meterlo en el agua hiervendo que mana de la tierra.
El otro puntazo del día es para una extraña zona que hemos visto junto a la carretera esta mañana. Había una especie de monumento o mapa zodiacal hecho con piedras que resulta ser un memorial a Karl Sighvatsson, músico y organista de Þorlákshöfn. El lugar se llama Karlminni rock.
Nos vamos al pueblo a dar una vuelta, parece que están en fiestas. Nuestra intención era explorar un poco la zona, pero vemos una cafetería estilo americana y el rugido de nuestros estómagos nos conmina a parar allí.
Nos metemos en la cama todavía pensando en los impresionantes helados que nos hemos tomado y en la cantidad de toppings que se le podían echar, desde fruta fresca a siropes variados, chocolate líquido o gominolas.


Kilómetros recorridos: 370 km.
Alojamiento: Bed & breakfast Keflavík Airport
                                   +354 426 5000
                                   www.bbkeflavik.com



Día 16. KEFLAVÍK – REYKJAVÍK – KEFLAVÍK (03.09.11)
Gracias a que nos dieron una habitación alejada de la sala de desayunos, hemos dormido muy bien, sin oír un solo ruido. Nos levantamos no muy tarde, desayunamos y nos vamos a Reykjavík sin prisa, porque en este país la gente no madruga tanto como creemos.
Nuestra primera parada es el paseo marítimo, donde está la famosa escultura metálica del barco vikingo. Tenemos suerte de que no haya nadie cuando llegamos y podemos hacer fotos tranquilamente con el cielo tan estupendo que hay.
Cuando nos disponemos a marcharnos, llega un lugareño, saca sus aparejos de pesca y, ni corto ni perezoso, se planta allí mismo a pescar. Mira que es largo el paseo… se ve que al señor le gusta salir en las instantáneas de los turistas. :)
Visitamos la periferia en coche, y después vemos el casco antiguo andando. Reykjavík es una ciudad pequeña que invita a pasear por sus pintorescas calles llenas de tiendecitas.

 
Como muchas otras ciudades europeas, la capital de Islandia muestra un absoluto respeto por el arte urbano y son muchísimas las muestras de originalidad que encontramos, tanto en “paredes abandonadas” como en casas particulares, locales comerciales, etc.
 

Acabamos nuestra visita a Reykjavík en la catedral, aprovechamos para hacer unas cuantas fotos con el cielo está aborregado, aprovechando que todo sigue en calma: no hay tráfico, la gente disfruta del sol en las terracitas de las cafeterías, otros hacen footing…
Hacemos una última incursión en una tienda de música, pues un amigo nos ha encargado el Heima de Sigur Rós, y compramos también alguna chuminada en una tienda de recuerdos.
Pasadas las dos de la tarde estamos en Bláa Lónið (el Blue Lagoon). Primero damos un paseo por los alrededores, maravillados por el color turquesa del agua que serpentea entre montones de lava negra.

Después entramos al spa en sí.
Te ponen una pulserita con sistema informático que vale tanto para entrar y salir como para cargar las consumiciones que se abonan a la salida. Dejamos nuestras cosas en sendas taquillas (que también se abren con la pulserita) y, envueltos en unos albornoces que hemos solicitado con la entrada, nos vamos derechos al agua.


No hay mucha gente, puede uno bañarse, relajarse y flotar sin chocarse con nadie. Es una sensación inexplicable el estar en esa agua turquesa, caliente y salada…

Además de la gran laguna principal, hay varias salas de sauna, duchas de agua fría, piscina interior, pequeñas playas y hasta un bar en mitad del agua (donde nos tomamos unos helados).
Pasamos cuatro horas estupendas, flotando de aquí para allá (hay que hacer un verdadero esfuerzo para no flotar), poniéndonos ”silica mud” por todo el cuerpo y secándonos al sol.
Esta situación que para nosotros es tan desconocida y especial, parece ser lo más habitual para los lugareños que vienen aquí muy a menudo.
Las instalaciones no tienen un solo pero: duchas, vestuarios y hasta tocadores con secador de pelo. Está todo perfectamente pensado y cuidado y, aunque la entrada pueda parecer un poco cara, la experiencia realmente merece la pena.


Nos marchamos con el cuerpo y la mente absolutamente relajados, pensando en si algún día volveremos aquí. Nos quedan unas pocas horas en Islandia y empezamos a ponernos nostálgicos.
 
El puntazo del día es para los perritos calientes que nos hemos tomado en Reykjavík a la hora del “ángelus”. Aquí los llaman pylsur y tienen fama de ser los mejores hot dogs del mundo. La salchicha es crujiente por fuera y tierna por dentro, hecha con carne de cerdo, res y cordero, le añaden cebolla cruda y frita y dos o tres tipos de salsas.
En Islandia esto es casi un deporte nacional, se considera uno de los pilares de su gastronomía, así que no podíamos irnos sin probar esta auténtica delicia. ¡Ojo! Son contundentes y llenan bastante.

 

Antes de volver al b&b, pasamos un momento por el aeropuerto para preguntar dónde y cómo se hace lo del tax free (hay que solicitarlo en una oficina en la zona de embarque). Paramos también en la zona de coches de alquiler para ver cómo devolvemos el coche mañana (sólo hay que dejarlo en el parking del aeropuerto con las llaves guardadas en las guantera pues, como dice el de la empresa, si alguien lo roba no puede escapar de la isla en coche).

Una vez en el alojamiento, nos damos una buena ducha, dejamos el equipaje preparado y nos vamos a cenar al pueblo y, por supuesto, a tomarnos el último helado.
A la mañana siguiente, aunque llegamos pronto, el caos en el aeropuerto era brutal. Las colas para facturar prácticamente se salían del edificio y reinaba la desorganización. ¿Nuestro consejo? Aunque os parezca una pasada, id al menos con tres horas de antelación.
 

Kilómetros recorridos: 130 km.
Alojamiento: Bed & breakfast Keflavík Airport
                                   +354 426 5000
                                   www.bbkeflavik.com

Día 17. KEFLAVÍK – MADRID (04.09.11)  
En el avión, aunque estábamos cansados y en parte deseosos por llegar a casa, no podíamos dejar de pensar que nunca antes habíamos estado en un lugar así y que iba a ser muy difícil superar la experiencia de este viaje.
Atrás quedan las cascadas de vértigo, los interminables campos de lava, los volcanes, los glaciares, la imperturbable calma de los icebergs flotando en el lago, el silencio y la solitud de tantos lugares remotos, la sensación de que esta tierra está tan viva… y esa mirada cautivadora e insondable.


En nuestra alma ha quedado grabada la belleza inconmensurable de Islandia. Y, aunque aún no sabemos cuándo, sabemos que volveremos.

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